jueves, 12 de agosto de 2010

EL DESPERTAR DEL DINOSAURIO




El tiranosaurio, entrando en un estado de somnolencia, se fue quedando dormido. Así se mantuvo durante cuatro largos años, hasta que despertó sobresaltado. Corría el mes de julio de 2010, cuando salió de su aletargado sueño. Abrió los ojos, miró a su alrededor y abrió sus grandes fauces mostrando una hilera de dientes carcomidos por el tiempo. Se veía viejo, muy viejo, decrepito y más arrugado que la tela de forro de un ataúd
Ya en la isla caribeña – confiscada desde hace muchos años por el dinosaurio – comenzaban a soplar vientos de cambios. Muy pequeños, eso sí; pero al fin y al cabo, soplos de esperanza. Aunque la represión en contra de la disidencia seguía viento en popa, se abría una rendijita de libertad, por lo menos para las pequeñas actividades comerciales. A los habitantes de la isla se les iba a permitir dedicarse al comercio informal: vender frutas, verduras, libros viejos, frituras, en fin, cualquier cosa que pudieran dejar unos cuantos pesos para ir paliando sus miserias. Antes, el gobierno reptil no les permitía realizar ninguna transacción de esta índole; pero, agobiados por la crisis económica y, por no poder seguir manteniendo a tanta gente, los dinosaurios gobernantes declararon: -¡!No podemos con esta carga. Tenemos que despedir, por lo menos, un millón de empleados públicos!!

Dicen que el Tiranosaurio Rex fue el más salvaje, cruel y sanguinario de toda la comarca. Los demás animales huían de su presencia, nadie osaba disputarle el territorio, a menos que fuera – claro está - otro tiranosaurio. A esta especie pertenece el espécimen al cual nos estamos refiriendo, quien anhelaba, según la naturaleza de estos bichos, caerle a dentelladas al primero que se le atravesara; pero ya nadie e temía.

Este espécimen tenía cierta particularidad. Así como Barney, el dinosaurio color púrpura de Discovery Kids, a quien tanto quieren los niños, o como los simpáticos bichitos de Harry y su cubeta de dinosaurios, quienes tienen, en su mundo de comiquitas, el don de comunicarse a través de la palabra, nuestro animalejo también podía hacerlo. Cuando era un dinosaurio joven, hablaba durante horas; pero como despertó viejo y debilucho, no pasa de los treinta minutos. A diferencia de Barney o Harry, a este dinosaurio no lo quiere nadie, más allá de su hermano, y uno que otro hijo putativo que tiene por estos rumbos latinoamericanos.

A decir verdad no es bruto. Comprende que ya su tiempo pasó y, como dijera alguien por ahí: -“banana madura no vuelve a verde”- Ahora le cuesta trabajo mostrar los dientes y, como ya no puede andar asustando por ahí a media humanidad, no le queda otra cosa por hacer que atemorizar a los demás; pero de otra manera, ahora lo hace por mampuesto. Se convirtió en un hibrido de dinosaurio con pitonisa, prediciendo guerras atómicas y holocaustos nucleares. Según él, la conflagración comenzaría una vez finalizado un campeonato de futbol. Pero el juego de pelota pasó, los equipos participantes retornaron a sus lugares de origen hace algún tiempo y, todavía no se ha visto que una potencia mundial le declare la guerra a otra.

Mientras tanto, el dinosaurio-consejero sigue en lo único que le queda por hacer: hablar….hablar…. y hablar, mientras la isla se hunde en la desgracia y la miseria, en ese mar, al que otro dinosaurio – pero no tan viejo, pero igual de cruel – le dio por llamar el “mar de la felicidad”

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