viernes, 10 de junio de 2011

OXÍMORON

RELATO QUE QUISO SER UN CUENTO
La Negra Blanca Rosa, - así la llamaban sus amigos y conocidos - , se despertó esa mañana medio dormitada todavía. Aunque durmió como un Lirón desde que se acostó, pasó  la noche desvelada porque los perros de la vecina no cesaron de ladrar; ladraron  como unos verdaderos  condenados,  hasta muy entrada la madrugada. Al levantarse de la cama fue hacia  la ventana y  al abrirla, la obscuridad resplandeciente de la mañana iluminó su rostro; se paró frente a ella y respiró hondo, como queriendo meter todo el naciente día dentro de su cuerpo.
Después de la rutina del baño y de arreglar un poco la casa, se dedicó a preparar el desayuno. La Negra siempre ha vivido sola – hasta el momento, no se ha logrado comprender por qué carajo le dicen La Negra, si es tan blanca como un pedazo de tiza –  preparó una taza de café descafeinado, calentó dos rebanadas de pan de centeno y puso a freír un huevo de gallina. Ya se encontraba sentada a la mesa cuando sonó el timbre de la puerta. Se levantó rápidamente, pero sin prisa, fue hasta la puerta, miró por el ojo de cristal empotrado en la madera y pudo observar la figura borrosa de Juan Carlos, su amigo de siempre. Lo invitó a pasar y a compartir el desayuno con ella. Hablaron largo rato sobre muchas cosas, y le recordó que esa tarde retransmitirían por el canal “X” de la televisión, el último programa de Jaime Bayly en la cadena NTN de Colombia, el cual fue sacado del aire por órdenes de los directivos de la planta
 -Dicen que fue por irrespetuoso y mal hablado -  comentó Juan Carlos.
 – Ya lo sabía, y he estado esperando este día, para ver qué fue lo que hizo para que lo botaran – respondió La Negra
 -Esta tarde tengo un compromiso con unos clientes; pero una vez que termine, vengo para ver la tele contigo- dijo Juan Carlos despidiéndose.
La Negra veía todas las noches el canal colombiano de televisión, gracias a la suscripción por cable que pagaba; pero el  último programa del presentador peruano no lo pudo ver por fallas técnicas en su aparato decodificador de canales.  Ahora tenía una nueva oportunidad de verlo. Mientras esperaba la llegada de la tarde, y de Juan Carlos, necesitaba “matar el tiempo” haciendo algo. Fijó la mirada en un libro que le habían regalado y que estaba sobre la mesita del cuarto, lo tomó entre sus manos y leyó el Título: “Sátiros y costumbristas venezolanos   lo abrió, buscó una página al azar y leyó el siguiente párrafo:
 “pájaro que vas volando sentado en tu verde rama” - ¡Carajo¡  ¿…..y que vaina es esta…? - Se preguntó sorprendida; siguió leyendo, picada por la curiosidad, y pudo enterarse que se trataba de  un escrito del poeta Delpino y Lama, de la época del Presidente  Guzmán Blanco. No quería pensar mucho sobre estas cosas.  Dejó a un lado el libro, y se dispuso a lavar la ropa sucia que se había acumulado durante la semana. 
                  Pasó el resto de la tarde  hojeando revistas de farándula y de modas, y sacando crucigramas; los sudokus nunca le llamaron la atención. Miró el reloj  que se encontraba fijo  en la pared de la cocina  y pudo darse cuenta que ya  se estaba acercando la tarde. Con pulso firme, pero  vacilante tomó de el aparato de control remoto del televisor e hizo “clics” sobre él; sintonizó el canal desde donde transmitirían el esperado programa, pero éste comenzaría  dentro de media hora; así que, tendría tiempo de recoger la ropa que había puesto a secar en el tendedero, y preparar en el aparato de microondas unas cotufas ó “pop corn”  como suelen decir los norteamericanos. Recogió toda la ropa, preparó las palomitas de maíz y las metió en una taza grande; les echó por encima un poquito de sal, y fue a sentarse en su butaca frente al televisor.
Miró la pantalla inundada de anuncios publicitarios. –“bueno, es aceptable” – pensó -  al fin y al cabo, son quienes pagan todos los espacios de la programación del canal – o la parrilla, como dicen ellos-. Mientras cavilaba sobe el tema, de repente, las imágenes fueron desapareciendo para dar paso a un emblema de bandera nacional, y a la figura digitalizada de un caballo blanco, contoneando sus ancas  como si fuera una bailarina de ballet. Después se oyó la voz cavernosa y gutural del locutor oficial quién decía, de manera solemne, que pasarían a formar cadena con todas las televisoras y radioemisoras del país; luego apareció en pantalla la imagen de un personaje muy serio, mal encarado y risueño, quien fue presentado por el hombre del protocolo,  como el “Presidente de la República”. Vale decir, que este es un señor que se ha autodenominado socialista, marxista y católico, lo que, a juicio de muchos,  además de ser un oxímoron, es una aberración: - Aclaro, lo de aberración se refiere al hecho  de ser católico  y   comunista
Y el hombre comenzó a hablar, hablar, hablar………………………
-Ni  modo-  se dijo para sus adentros La Negra – me lo voy a tener que calar - Tenía  la esperanza de que, por esta puta vez, su perorata no duraría mucho. Algunas veces ocurren milagros, y sus discursos sólo se tardan un par de horas; quien quita y dure menos su parloteo, y tengan tiempo de pasar el programa. Pero el hombre no paraba de hablar, recitar, cantar y joder. De vez en cuando, los aburridos camarógrafos,  dirigían sus cámaras hacia al fondo del salón, donde se dejaba ver una galería de hombres y mujeres, todos vestidos de rojos, como si estuvieran uniformados; en alguno de ellos, podía observarse de manera fugaz, que aunque tenían los ojos abiertos, en realidad estaban dormidos; otros se dedicaban a mover la cabeza hacia arriba y hacia abajo, como esos perritos de adornos que colocan los taxistas  sobre la guantera de sus automóviles.
 Había situaciones donde el señor - que no dejaba de hablar -  gesticulaba y vociferaba de una manera que hacía recordar a Charles Chaplin en aquella vieja película  El  Gran Dictador”; pero ocurrió algo que La Negra no pudo seguir aguantando, y fue cuando le oyó decir  que: “en el planeta Martes,  una vez hubo vida, pero que llegó el sistema capitalista y acabó con ella”.
El “clics” del control remoto se volvió a oír, y la pantalla del televisor se fue quedando de un negro inmaculado; pero también hubo otro “clics”  que no pudo percibirse, porque ocurrió  dentro, pero muy dentro en el cuerpo de La Negra, quien permaneció sentada en su poltrona, mirando sin ver al televisor apagado y, ya no se movió más……
El timbre de la entrada sonó de nuevo; pero esta vez nadie fue a abrir la puerta.

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