En cualquier
diccionario que se consulte sobre el concepto de “absurdo”, nos aparece
casi siempre la misma definición: son actos o acontecimientos que se
oponen a la razón, al buen juicio; algo contrario a la lógica del entendimiento.
Estos hechos sin sentido pueden ser potestativos en la conducta
individual y colectiva, los cuales también pueden hacerse presente en
algunos pueblos donde lo absurdo forma parte de la vida cotidiana, y
todo aquello de carácter político, económico o social carece de sentido,
y así las cosas van sin son ni ton.
En la mayoría de las ciudades y pueblos que conforman una
nación llamada Venezuela, se puede observar diariamente como una
inmensa mayoría de sus habitantes deambulan por las calles, tristes, hambrientos y enfermos, algunos por carecer de dinero para comprar alimentos o medicinas; otros,
con mayores recursos económicos, quienes tampoco pueden conseguir nada
debido a la escasez de productos alimenticios y medicinales. Esto ocurre
en un país donde el hambre y la miseria se hunden en un mar de
petróleo; pero el gobierno, ante la crisis alimentaria que agobia al
pueblo, sólo se le ocurre crear un ente burocrático llamado “Ministerio del Poder Popular para la Alimentación”
La situación
económica política y social es de tal gravedad, que se refleja en las
caras acongojadas de sus habitantes; es un pueblo sufrido y triste. En esto también va a intervenir el gobierno, y con su sapiencia revolucionaria se le ocurre la brillante idea de implementar
una ley para remediar la situación, es decir, acabar con la tristeza
mediante decretos, y crea otro mamotreto conocido como el “Ministerio
del Poder Popular para la Suprema Felicidad”. ¡Qué cosa más ridícula! Lo único que le falta es obligar a la gente a cargar sobre su cara la imagen de “la carita feliz” y ¡asunto arreglado!
En este país, como en cualquier otro, existen cuerpos armados que tienen como función proteger al pueblo y la nación. En casi todos ellos llevan el mismo nombre: Guardia o
Policía Nacional. Pero en esta República donde lo absurdo se hace
cotidiano, cuándo uno de estos hombres de armas y uniformes, que se
supone deben dar protección a todos, agrede con alevosía a
cualquier miembro importante del partido que hace oposición al
gobierno, recibe una condecoración de parte del Presidente, y si lo
medio mata (o lo mata) entonces es ascendido al grado o rango inmediato
superior, es decir, de sargento pasa a teniente, de teniente a capitán y
así sucesivamente.
Cualquiera, en su sano juicio, pensaría que un “Ministerio para
la Justicia y Paz del pueblo”, es un organismo del Estado para brindar
protección legal y paz a la ciudadanía. Craso error en esta nación: al
momento de salir a la calle cualquier manifestación de estudiantes,
obreros o amas de casa, son reprimidas salvajemente por guardias y
policías echando plomo y bombas lacrimógenas; y la última novedad, como
los envases donde vienen los gases, son de metal, se los arrojan, con
una especie de bazooka, directamente al pecho o a la cabeza de los
manifestantes, produciéndoles la muerte.
El
ensañamiento de guardias nacionales y policías cuando atacan a los
estudiantes que protestan en contra de la dictadura imperante, es
tan aberrante que hace recordar las prácticas genocidas de los
fascistas de la Gestapo en tiempos de Hitler. Para muestra, un botón: en
una de las últimas manifestaciones estudiantiles, los esbirros
uniformados del gobierno sometieron a una treintena de jóvenes, los
esposaron e introdujeron en un camión habilitado
para el transporte de carne, sin ventilación alguna, y una vez adentro,
lanzaron una bomba lacrimógena. Estas grotescas imágenes no fueron
trasmitidas por las estaciones de televisión nacionales- las cuales se
autocensuran por miedo - solo se vieron a través de los canales internacionales. La dictadura prohibió a las compañías de televisión satelital o por cable, el funcionamiento de varias estaciones de TV del exterior.
El
gobierno, además de la policía y la guardia nacional, denominadas
pomposamente “Bolivarianas” calificativo que les queda demasiado grande,
también utilizan una serie de delincuentes civiles, apertrechados con armas de alto calibre, conocidos
como “colectivos” los cuales intervienen en todas las protestas
actuando de una manera sangrienta; pero no contentos con masacrar a los
manifestantes en las calles, trasladan su escenario de horror a las
diferentes urbanizaciones y barriadas, dónde se encuentre algún foco de
protestas. No les importa la vida ni bienes muebles de la ciudadanía,
entran con sus tanquetas a las casas y edificios destruyendo paredes,
rejas y todo lo que se les atraviese.
Los esbirros al servicio del régimen han calificado las barricadas que hacen los manifestantes, para trancar las vías y con ello evitar el paso de las fuerzas represivas, como “guarimbas”; pero también ellos hacen lo mismo: impiden
el acceso vial, colocando tanquetas atravesadas en las esquinas y boca
calles, o camiones adaptados con grandes puertas que limitan el paso a
los marchistas cuando desean dirigirse a alguna institución
gubernamental, para entregar un oficio o hablar con algún funcionario,
coartando así la libertad de tránsito, prevista en la Constitución
Nacional vigente. Esto ha dado píe para que
la Fiscalía General de la República, haya roto sus vínculos con el
gobierno dictatorial, y ha citado a los militares en función de
comandos, como primeros responsables de esta masacre, a prestar declaraciones ante este organismo.
Los genocidas
encargados de dirigir estas huestes salvajes parecen desconocer (así
serán de brutos) que sus acciones criminales son condenadas por
organismos internacionales y tarde o temprano serán aprehendidos y juzgados por haber cometido crímenes de lesa humanidad,
delitos que no prescriben ni en tiempo y/o espacio, y ahí tenemos
claros ejemplos de genocidas que cometieron atrocidades en contra de la
población en países del cono sur, durante las dictaduras, pero a
pesar de los años transcurridos, han sido atrapados y condenados por
sus respectivos gobiernos, y otros en el Tribunal, Penal Internacional
de La Haya.
En un Estado
medianamente civilizado, donde las instituciones del gobierno funcionen
de manera más o menos normales, las cárceles, retenes judiciales y otros
organismos penitenciarios, se encuentran adscritos a un Ministerio de
Justicia o a uno de Relaciones Interiores; bien,
en el país que estamos describiendo, para satisfacer el ego personal de
una dirigente del partido de gobierno, se creó para la población penal
el “Ministerio del Poder Popular para el Servicio Penitenciario”; donde
los presos de más alta peligrosidad, autodenominados “pranes” son
quienes dirigen las cárceles y penales en todo el territorio nacional. Desde esos lugares paradisiacos, planifican, robos, secuestros y asesinatos bajo la mirada cómplice de los funcionarios gubernamentales; algunos de ellos salen los fines de semana a darse su bañito en las playas del litoral.
Por otro lado,
la justicia cojea de las dos patas, abrogándose un poder que no le
compete. Los jueces del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), presidido
por un ex - presidiario, tuvieron las santas bolas de desconocer la
Asamblea Nacional (AN), el segundo poder del Estado, elegido por
votación universal, directa y secreta, El estado de sumisión y
postración del TSJ ante el Poder Ejecutivo, llegó a la bajeza de
declarar “improcedentes” los actos de la AN, y conferirle al Presidente
de la República, mediante Decreto, las facultades
de legislar; es decir, ambos poderes en un mismo individuo. Esto
desencadenó la ira popular, considerando la actuación de este ente
judicial, como un golpe de estado a la
constitucionalidad. A partir de ahí comenzaron las protestas y
manifestaciones rechazando la dictadura. La presión interna y externa
fue de tal magnitud, que los jueces del Tribunal tuvieron que recular y
derogar los Decretos que habían dictaminado. ¡Una vaina de locos, pues!
Ahora, al dictador le ha dado por invitar a sus aliados y jala mecates, a formar una
nueva Asamblea Constituyente para cambiar la Constitución Nacional, lo
cual ha tenido un serio rechazo en la mayoría de los ciudadanos, por no
contar con la participación de todo el pueblo venezolano: Una Asamblea
que tiene como finalidad elaborar una Carta Magna a la medida de las
apetencias del tirano en su afán de perpetuarse eternamente en el poder.
Esta aberración seudo jurídica, ha
originado una lucha en las calles que ya va - hasta la fecha de hoy -
por los noventa días ininterrumpidos, con su secuela de muertos,
heridos, detenidos y desaparecidos; pero los manifestantes no se han
amilanado y luchan con lo que tienen: piedras y botellas contra fusiles y
bombas. A todas estas, el sátrapa enquistado en el poder sigue en su onda represiva, amenazando a lo Jalisco, que si no gana arrebata, pues de no lograr su cometido por los votos, lo hará mediante las armas; es decir, seguirá asesinando al pueblo.
En lo que va de año ha
venido ocurriendo en casi todo el mundo, una serie de atentados
perpetrados por terroristas islámicos, los cuales han dejado un
considerable número de víctimas, estos actos criminales han
sido censurados y repudiados por el Papa Francisco; pero en el caso de
las violentas muertes de venezolanos – hasta el momento van 92 - ocasionadas por los cuerpos represivos de la tiranía, no había dicho ni pio, solamente pidió
a los miembros de la oposición que “dialoguen” con el tirano, y tuvo el
santo tupé de enviar un emisario para que intercediera entre ambos
bandos.
Son muchas las
personas al rededor del planeta que tienen la leve sospecha de que el
Papa es comunista, y por las redes sociales circulan las imágenes
fotográficas cuando aparece, con rostro sonriente, junto a los
hermanitos Castro de Cuba (uno ya peló gajo), el
Evo de Bolivia, el Ortega de Nicaragua o el Maduro de Venezuela; en
cambio, pone cara de perrito regañado cuando tiene que hacerlo con Trump
de USA, Macrí de Argentina o Kusinsky
del Perú. Los Cardenales y Obispos venezolanos tuvieron que acudir a la
Ciudad del Vaticano, para hacer del conocimiento de su Santidad, sobre
los verdaderos problemas por los cuales está atravesando el triste y sufrido pueblo de Venezuela.
José Omar Tirado.
Caracas, 5 de Julio de 2017