LA
HISTORIA DE SIEMPRE
Todo comenzó después de
la llegada del Almirante Don Cristóbal Colón a estas tierras aborígenes, o de indios, como le dio por llamar a sus
pobladores, y fue partir de ese 1492 cuando se originó por estos lares la cuestión aquella de: “Yo te doy esto, y tú me das lo tuyo” “Toma
y daca” “¿Cuánto hay para eso?”
Los primeros en llegar fue la gente del descubrimiento; más tarde los de
la conquista, y cuando estos personajes vieron
que los habitantes del nuevo mundo llevaban sus brazos, pechos y cabeza adornados con brazaletes, placas de oro y diademas incrustadas
con esmeraldas, se dieron a la tarea de
buscar, de cualquier manera, la forma de apropiarse de tales objetos; para
lograrlo se les ocurrió la idea de ofrecerles, por esos cachivaches de metal
dorado y piedras verdes , unos cuadritos
de vidrio donde las personas podían verse el rostro, reflejar el paisaje y desviar
los rayos de la luz solar. Los indígenas asombrados ante tan maravilloso artilugio,
entregaban gustosos sus pertenecías: así comenzó el intercambio de oro por
espejitos.
El amor por el precioso
metal fue de tal magnitud que Colón y su gente
crearon una especie de impuesto mediante el cual, todo indígena que sobrepasara los 14 años de
edad, estaba obligado entregar cada tres
meses una vasija llena de oro. Después de eso vendría la tristemente fatídica y
oprobiosa “Encomienda”
Junto a los
conquistadores, llegaron también los evangelizadores; es decir, los
representantes de la Iglesia Católica. Trajeron su fe y sus dogmas y, con las
benditas “Misiones”, se dieron a la
tarea de cristianizar a los nuevos
súbditos de su Majestad, y a inculcarle temor al infierno por los pecados
cometidos; pero, poco a poco la gente fue perdiendo el miedo y los pecadillos
aumentaban; ya no le paraban al asunto ese de las llamas eternas del averno.
Bueno, había que sacar provecho de esto, y la clerecía decidió poner en
práctica algo que le había resultado muy provechoso en el viejo continente: “La
Indulgencia”.
La Indulgencia era una
especie de gracia concedida por el clero a ciertas personas que habían incurrido en actos pecaminosos; pero que, por una módica suma de dinero, se le concedía
eximirles de sus pecados de manera temporal; no pretendían perdonar los pecados, porque solo Dios perdona; pero se libraban del infierno e iban
derechito al purgatorio. Esta remisión de la pena era solamente otorgada por el
Papa, Cardenales y Obispos. Los curitas de pueblos solo hacían de
intermediarios. Fue un buen negocio: “tú me das yo te doy”; y si eso no fue así,
entonces de donde salió la plata para edificar templos, mantener misiones y
otras cosas.
Quien no recuerda el
caso del holandés Peter Minuit, Director de una compañía holandesa enclavada en aquel territorio que, más tarde se convertiría en
los Estados Unidos de Norte América. El
holandés de marras, valiéndose de ciertas artimañas, engatusó a los indios americanos y logró que en mayo de 1626 le vendieran la isla de
Manhattan por 60 florines, es decir, aproximadamente 24 dólares americanos.
Pero el caso más patético
ocurrió en el antiguo Reino del Perú. Cuentan que por allá en 1545 un pastor de
nombre Diego Huallpa, descubrió por casualidad un enorme cerro cuajado de
plata; pero el capitán español Diego de Zenteno y su entorno de secuaces
lograron apoderarse del mayor reservorio de mineral de plata que haya conocido
el mundo: el Cerro de Potosí. ¿Le ofrecieron algo a Diego? Lo más probable haya sido que no, ya que la
voracidad de los conquistadores solamente lograron diezmar a la población,
cuyos habitantes, obligados realizar trabajos forzados de 16 horas o más todos
los días, morían de mengua.
Pasaron unos cuantos
siglos, y la historia ha venido repitiéndose en todo el continente americano
con una u otra variante. En la Venezuela post-democrática cuando el “chavismo”
se encontraba en su máximo esplendor y los petrodólares de todos los
venezolanos eran derrochados a diestra y siniestra por el gobierno, un grupo de
adulantes - de esos que nunca faltan y que pululan alrededor del poder como las
moscas a la “caca”-, para congraciarse
con el jefe máximo, trajeron al país en el año 2005, a un súbdito de su
majestad Juan Carlos de Borbón: Se trataba de un profesor de la Universidad Complutense de Madrid, donde
se desempeñaba como catedrático en Ciencias Políticas. Un señor que hacía mucho
honor al apellido Monedero, porque: ¡Cómo le gustaban las monedas!; y quien fuera invitado para que organizara las “salas situacionales” y los
centros de capacitación ideológicas “Francisco de Miranda”.
Según comentarios de
prensa de la época, el señor Juan Carlos Monedero habría cobrado la bicoca de
425.000 euros, que para el cambio en esos años, estaría alrededor de los
670.000 dólares americanos. Ese dinero fue un aporte del gobierno venezolano para
que asesorara los gobiernos de Nicaragua,
Bolivia, Venezuela y Ecuador, en la implantación de una moneda única
bolivariana que circularía en esos países. Cobró su plata; sin embargo, los
resultados fueron nulos, porque solo a una mente enfermiza y a un espíritu
megalómano, se le podía ocurrir cambiar, por ejemplo, la moneda ecuatoriana de circulación
legal que es el dólar, además que su
economía esta dolarizada: ¡pero nada!, había que complacer al Jefe.
Más tarde, firmaron un
convenio entre el Banco Central de Venezuela y la Fundación de Centros de
Estudios Políticos y Sociales (CEPS) - organización que, según dicen, estaba a cargo del señor Monedero-, mediante el cual el Centro de Estudios
recibiría un monto anual de 60.000
euros, -unos 90.000 dólares - por el asesoramiento sobre Técnicas de
Integración Regional y Política.
El politólogo entraba y
salía del Palacio de Miraflores en Caracas – sede de la Presidencia de la
República – como Pedro por su casa; entre
2005 y 2010, mantuvo contacto directo con el Presidente de la República; su
adulancia y genuflexión fue tan inmensa
que llegó a crear los términos de
“Hiperlíder” y “Último Libertador de
América latina” para atribuir esas cualidades a Hugo Chávez.
A principios del año de
2010, apareció por estas tierras otro
ciudadano español. Esta vez se trataba del Dr. José Antonio Lorente, Director
del Laboratorio de Identificación Genética de la Universidad de Granada, invitado
por los adulantes de siempre para que se dedicara a construir una nueva imagen
del Libertador Simón Bolívar; pero eso sí, condición “sine qua non”: debía
presentar algunos rasgos y características concordantes con la fisionomía de Hugo Chávez.
Y en menos de lo que
espabila un cura loco, montaron el circo: el súbdito español actuó como el jefe
de pista; los payasos, maromeros y tragasables, se reunieron a la
media noche del 15 de julio de 2010 ante el sarcófago donde reposan los restos
del Padre de la Patria y procedieron a profanar sus restos. Quien dirigía el
espectáculo tomó la calavera entre sus manos y, tal vez sintiéndose una especie
de Hamlet a punto de declamar, se quedó mirándola; sacó sus instrumentos de
mediciones antropométricas y se dedicó a estudiarla y medirla, como si fuera el
cráneo de un Neanderthal.
Después del
espectáculo, hubo que enviar la información recabada al Laboratorio de Visual
Forensic, ubicado en la ciudad española de
Barcelona, para que, sobre la
base de las tomografías se pronunciaran al respecto y elaborarán el nuevo rostro de Bolívar- para
eso estaban cobrando muy bien y había
que dejar satisfecho a los clientes-; y
fue así como presentaron, de una manera
monda y lironda, el
rostro correspondiente a un hombre de rasgos negroides, nariz grande y
achatada, labios abultados, ojos saltones,
lo que contrasta con la descripción que hicieron en su tiempo algunos
biógrafos y personas que trataron al
Libertador cuando andaba a caballo por esos campos de Dios.
Si bien es cierto, el
Padre de la Patria entre guerras, proclamas y mujeres, nunca tuvo tiempo de posar ante pintores y escultores, también es
cierto que hubo artistas que trabajaron muy bien su imagen en los lienzos; tal es el
caso de la obra realizada por el pintor
limeño José Gil Castro (1825) quien plasmó un rostro de rasgos fino, nariz
aguileña y labios delgados, y del cual dijera el Libertador, cuando se lo
regaló a su hermana María Antonia: “Es un retrato mío hecho con la más grande
exactitud y semejanza”
El caso fue que el Dictador
se contentó mucho con el nuevo rostro del Libertador, y lo anunció con bombos y platillos, en cadena de radio y
televisión, para que el mundo conociera la nueva cara de Simón Bolívar. ¿Cuánto
se pago por eso? Sólo Dios lo sabe.
De continuar los
chavistas en el poder, no tengamos la menor duda que los seguidores, acólitos y adulantes del difunto, buscaran de nuevo quien les
construya una imagen - a lo Frankenstein
- de su amado líder, con rasgos de José de San Martín, Jose Gervasio Artigas, Bernardo O’Higgins y George Washington; todo esto con
la finalidad de presentarle al mundo el nuevo
rostro del Padre de la Revolución
Bolivariana..
Es bueno aclarar que, no solamente
del continente europeo han venido a
buscar lo suyo por los favores recibidos; en estos días llegó al país un brasileño de nombre Joao Pedro Stédile,
disque dirigente político, quien recibió pasaje, alojamiento, alimentación y
dólares para que insultara y denigrara
en cadena de radio y televisión a
los opositores venezolanos. Lo triste de esta historia es que el acto
estaba presidido por Nicolás Maduro.
José Omar Tirado
Http:// cronicadeloabsurdo.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario